14 junio 2019

Il Volo, Alessandro Quarta y "Musica che resta": el nuevo Renacimiento


Gianluca Ginoble, Ignazio Boschetto, Alessandro Quarta y Piero Barone
recibiendo la ovación del público (Créditos: Rai1)




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El 8 de febrero de 2019 era el día reservado a los dúos en el Festival de San Remo y el grupo Il Volo había hecho una elección muy particular. El artista elegido para interpretar con ellos su canción fue el violinista Alessandro Quarta, músico con el que tienen muchos puntos en común. Tanto el grupo como el violinista parten de una base clasicista, a la que no renuncian, pero con un talante renovador e inusual. La actuación comienza con el protagonismo absoluto de Quarta que se presenta en el centro del escenario vestido más como un rockero que como un violinista al uso, y comienza a tocar unos acordes que me recordaron lejanamente al "Invierno" de Vivaldi. Sin embargo, esa impresión dura sólo unos segundos porque, enseguida, empieza a surgir la melodía de "Musica che resta". Cuando la introducción ya está consolidada, entran en escena Gianluca, Ignazio y Piero que se encontraban al fondo del escenario, en una escalera. Vestidos de oscuro, como el violinista, acometen la interpretación de la canción. Quarta, con su violín, les acompaña estableciendo un diálogo con las voces, que han pasado a primer plano, excepto después del primer estribillo, momento en el que Quarta vuelve a interpretar un breve solo de violín. El final de la canción es simplemente apoteósico: las tres voces más el violín se aúnan con una fuerza extraordinaria, hasta el punto de que los cuatro intérpretes terminan la actuación como si hubieran hecho un extraordinario esfuerzo físico.

El público se queda estupefacto y, cuando reacciona, se pone en pie para tributar una ovación clamorosa a los cuatro gladiadores que parece que hayan estado peleando contra los elementos. Y es que, efectivamente, estos cuatro luchadores del arte están curtidos en mil batallas contra la incomprensión y el prejuicio. Tanto Il Volo como Quarta, se han convertido en representantes de la música y la excelencia italiana, pero se han tenido que enfrentar al silencio y, en el caso de Il Volo, a la clara hostilidad de un sector de la prensa especializada que parece avergonzarse de su tradición cultural.

Por otra parte, la canción que interpretaron, “Musica che resta”, me resultó muy significativa. Aunque los autores han declarado que es una canción de amor, es bien sabido que el espectador puede completar la obra e interpretarla según una segunda o tercera lectura que vaya más allá de la evidencia más obvia. Por eso, sin saber si fue el objetivo de los autores, yo interpreto “Musica che resta” como una canción de amor, pero no entre dos personas, sino entre la Música y su intérprete. Y no me refiero a un tipo o género de música concreto o particular, sino a la Música por antonomasia, esa Música que ha acompañado a la humanidad desde sus comienzos, la idea abstracta y eterna de música al estilo platónico, la verdadera Música que permanece y permanecerá (“Sei la melodia e non passerai, mai..., siamo musica vera che resta”). Si hacemos esa lectura, el texto de la canción adquiere otro significado, otra dimensión. El músico declara su amor a su amada, la verdadera Música, esa que besa el alma (“baciami l’anima”), a la que quiere conocer profundamente, en su esencia (“mostrami la parte del tuo cuore che nascondi nel profondo”), a la que ha reconocido entre la confusión actual (“ti ho riconosciuta nella confusione”), a la que quiere proteger (“amore abbracciami, voglio proteggerti”), porque en un mundo de oscuridad, la verdadera Música destacará brillando, como el sol en un día de lluvia (“siamo il sole in un giorno di pioggia”), como brilla la belleza en el mundo de las ideas eternas de Platón.

Alesandro Quarta  en primer plano. Gianluca Ginoble, Ignazio Boschetto y Piero Barone al fondo
(Créditos: Rai1)














Reflexionando sobre este significado que yo misma había atribuido a la canción, inevitablemente me vinieron a la mente esos hombres del Renacimiento que, después de la Edad Media, considerada una época caótica y oscura, buscaron la luz en la filosofía neoplatónica y el concepto de belleza de la Antigüedad clásica. Sin embargo, los grandes humanistas y artistas del Renacimiento no imitaron de forma servil el clasicismo griego y romano sino que, inspirándose en él, lo renovaron enriqueciendolo y adaptándolo a los nuevos tiempos y, gracias a su inmensa creatividad, consiguieron modelar un mundo nuevo dando paso a la era moderna. No fue una tarea fácil: en los primeros momentos tuvieron que enfrentarse a la incomprensión y -por qué no decirlo-, a la incultura y los prejuicios, pero consiguieron crear uno de los periodos artísticos más brillantes de toda la historia. Y en ese momento, pensé: estos cuatro hombres (Gianluca, Ignazio, Piero y Alessandro) se están enfrentando a la misma incomprensión de un hombre renacentista ante los dogmatismos medievales. Porque la Edad Media creó mucha belleza y obras de arte inconmensurables, pero mantenía la rémora del dogmatismo que le impedía la renovación y la evolución cuando su tiempo ya había concluido. Il Volo, igual que los hombres del Renacimiento, se inspiran en la tradición y el clasicismo, pero no por ello dejan de ser artistas de su tiempo, es más, me atrevo a decir que, tal vez, ellos son el futuro. Seguramente no son el futuro inmediato, pero pueden ser el futuro. Su propuesta es innovadora y original, puesto que se aparta de la marabunta de cantantes jóvenes actuales, aunque cierta crítica musical parece empeñada en que renuncien a su particularidad y se sumen a la masa.

Muchos periodistas insisten en que Il Volo hace una “música vieja”, no contemporánea, pero ¿qué entienden ellos por música contemporánea? En historia se considera que el arte contemporáneo comienza a finales del siglo XVIII. En ese caso, la música de Verdi o Puccini es absolutamente contemporánea. Sin embargo, me temo que la crítica musical considera contemporánea a las corrientes musicales que aparecen, esencialmente, a partir de los años 50’, 60’, 70’ y 80’ del siglo pasado con la aparición del rock, el pop y de todas las corrientes musicales populares que surgieron a partir de mediados del siglo XX. Se puede alegar que otros géneros o estilos, como el rap o el trap, han aparecido más recientemente. Sin embargo, yo considero que estos movimientos musicales son derivaciones, propias de una fase manierista, de los movimientos surgidos en el siglo pasado. Recordemos, por ejemplo, que el célebre lema "sexo, drogas y rock and roll" (entendiendo "rock and roll" como símbolo de música popular) es el que sigue rigiendo los textos de la música trap, con el añadido de la violencia y el machismo que, por cierto, deberían hacer sonrojar a muchos críticos considerados "progresistas". Por tanto, me temo que lo que algunos periodistas llaman "música contemporánea" tiene ya entre 60 y 70 años de antigüedad y de innovadora tiene poco. Era novedosa cuando muchos de estos críticos (en su mayoría mayores de 50 años) eran jóvenes, pero hoy en día ya no se puede considerar original, sino todo lo contrario, es la música establecida en el sistema. Evidentemente, la música popular que surgió en la segunda mitad del siglo XX proporcionó artistas y piezas musicales de una calidad extraordinaria y que, en su momento, supusieron una auténtica revolución cultural: Elvis Presley, los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Simon and Garfunkel, David Bowie, los Sex Pistols, Pink Floyd, Led Zeppelin y tantos otros ya son clásicos y nos han dejado un patrimonio artístico de incalculable valor que debe ser apreciado y disfrutado hoy y siempre, pero su época de auge fue el siglo pasado, cuando tenía sentido ser provocador y transgresor, no el XXI cuando las provocaciones y las transgresiones son un “déjà vu” que ya no consigue provocar ni epatar a casi nadie. Muchos críticos se han quedado anclados en esa época gloriosa pero ya pasada y, curiosamente, cuando encuentran a un grupo que hace una propuesta diversa, que se aparta de la legión de cantantes que pueblan el panorama musical, les llaman anticuados, sin darse cuenta que ellos son los decadentes porque defienden unas líneas maestras propias del siglo pasado y que quieren mantener más por nostalgia, ideología e intereses comerciales que por innovación o criterios artísticos.

Piero Barone mira con admiración la interpretación 
de Alessandro Quarta (Créditos: Rai1)


El llamado "jurado de honor" de San Remo, aunque aparentemente estaba formado por personas diversas, demostró estar totalmente imbuido en ese mundo de perjuicios del sistema establecido que deriva de la segunda mitad del siglo XX. A pesar de que la actuación de Il Volo con Alessandro Quarta puso en pie al teatro Ariston y fue la más votada por los espectadores, en la clasificación de los "expertos" del jurado de honor quedaron ¡los últimos!, algo inexplicable si no se ve a la luz de una esclerosis mental verdaderamente preocupante. Efectivamente, ese jurado no había sido capaz de captar el verdadero renacimiento cultural que había supuesto la actuación que habían tenido el privilegio de contemplar porque, igual que algunos poderes de finales de la Edad Media, no tenían la mente suficientemente abierta debido a su anclaje en ciertos dogmatismos. Es más, la negativa a reconocer el valor artístico de la actuación de Il Volo y Alessandro Quarta llevó a la organización del Festival de San Remo a incumplir su propio reglamento, según el cual el premio al mejor dúo sería concedido al más votado de la noche. Como se puede comprobar por las puntuaciones publicadas por la misma organización, el dúo más votado por los espectadores y por la suma de los tres jurados fue el de Il Volo con Alessandro Quarta. Sin embargo, el premio se entregó a Motta con Nada, alegando que lo concedía el jurado de honor (criterio que no estaba contemplado en el reglamento). Pero lo más escandaloso fue comprobar que ni siquiera ese criterio establecido sobre la marcha era cierto, puesto que Motta tampoco fue el más votado por el jurado de honor, sino el tercero, por lo que resulta inexplicable la concesión del premio al mejor dúo a unos artistas que no cumplían con ninguna de las condiciones establecidas, salvo que se considere que el único objetivo era evitar que Il Volo obtuviera algún reconocimiento en el festival.

De cualquier forma, hay algo que nadie podrá evitar: que la verdadera Música, esa que brilla con una belleza imperecedera, esa que no se contamina con adherencias ajenas a su esencia, esa que permanece, brille como el sol en un día de lluvia.


Como se puede comprobar leyendo el propio reglamento del Festival de San Remo y viendo los resultados oficiales de las votaciones de la sesión, el premio al mejor dúo del festival le debería haber correspondido a Il Volo con Alessandro Quarta. El premio fue concedido a Motta que no cumplía los requisitos requeridos en el propio reglamento.






Actuación completa de Il Volo y Alessandro Quarta en el Festival de San Remo el 8/2/2019 (Créditos: Rai1) 


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